Un eufórico grito colectivo retumbó
frente a la Plaza Independencia cuando uno de los manifestantes dio a conocer
la noticia, y con sus banderas y carteles, sus cacerolas y silbatos, los
mendocinos de la capital decidieron seguir caminando rumbo a la Casa de
Gobierno. En las calles céntricas el anuncio del gobernador Suárez se vivió en
el marco de una marcha autoconvocada, que parecía una de tantas y que no era
especialmente numerosa. Pasadas las 19, jubilados, docentes, estudiantes,
desocupados, artistas y familias enteras sin banderas políticas se habían
encontrado en el nudo vial, con la confianza en la lucha intacta y el cansancio
de días acumulados de protestas, asambleas e incluso palos y gases, pero sin
sospechar que el anuncio llegaría en cuestión de minutos.
Antes de que se supiera la noticia,
esta marcha de “sueltos” contó con adhesiones que llegaban de todos lados: en
el nudo vial había olas de bocinazos; luego los comerciantes miraban con
rostros de felicidad el avance de la columna y filmaban la escena; los jóvenes
que disfrutaban de cerveza en los coquetos bares de San Martín aplaudían. Se
veían muchas banderas de Argentina y gran cantidad de carteles en defensa de la
Ley 7722 y en reclamo de la derogación de la 9209, que habilita el uso de
químicos tóxicos para el desarrollo de la megaminería. Mientras en la calle no
aflojaba la presión social --la suspensión de la reglamentación de la nueva
norma pareció exacerbar aún más el malestar--, se multiplicaban las comunas que
exigían la anulación de la reforma para la realización de la Fiesta de la
Vendimia, ascendiendo el número a siete.
“El pueblo unido jamás será
vencido”, “El agua de Mendoza no se negocia”, “La cordillera, qué linda está y
si la tocan qué kilombo se va a armar”, “Se sabía: a Suárez y Sagasti los
compró la minería” eran los cánticos de un atardecer
extremadamente caluroso en el que los manifestantes golpeaban lo que tenían a
mano: latas, botellas, cacerolas. “No somos violentos,
ambientalistas ni piqueteros: somos vecinos de Mendoza. Todos juntos, todo el
pueblo defendiendo el agua”, decía José, 31 años, trabajador de una
empresa metalúrgica, enojado --como la mayoría de los presentes-- con los
medios de comunicación locales. En la concentración coincidían docentes y
estudiantes que recordaban cómo en las escuelas, desde cuarto grado, se enseña
a cuidar el agua en una provincia en emergencia hídrica hace más de una
década. “¡Y de la nada se aprueba esta ley! Siempre nos han
concientizado, desde chiquitos”, protestaba Lucía Giménez, estudiante
de 24 años.
“Soy docente, vengo enseñando el
cuidado del agua desde 1980. No puedo traicionarme a mí misma. Tengo que ser
consecuente con lo que he vivido. En la zona de los médanos se ve bien el
desierto: pude ver, cuando tenía 20 años, lo que vivía una persona que tenía
que trasladarse cinco kilómetros a buscar un tarrito de agua en una lata de
dulce, día por medio”, recordaba Mariana de Céspedes, jubilada, 60
años. Al conocerse el giro de la historia, cientos de personas gritaron,
saltaron, se abrazaron y aplaudieron en la zona de Plaza Independencia. Alguien
mencionó a Chubut, provincia que por estos días se moviliza por la misma
problemática. Mariana Rojas, desocupada, 39 años, decía: “Es un gran
logro. El gobierno de Suarez nos subestimó todo el tiempo. Unidos hicimos la
diferencia, sin grietas ni banderas políticas, sólo luchando por una causa
justa. Algo vital: el agua”.
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